Capital & Corporate Magzine. Opinión.
Era un día gris de septiembre y John miraba absorto hacia el Támesis a través del cristal de las nuevas oficinas de su firma en The Shard. El veterano analista echaba en falta su despacho revestido de maderas nobles en St. James, particularmente a la hora del almuerzo en el Reform Club, pero las instrucciones desde la sede de Boston habían sido tajantes, el hedge fund tenía que adaptar su imagen a los tiempos que corren. En realidad estos cambios no eran lo que más le afligía, lo que realmente le preocupaba era la evolución del fondo para el que trabajaba, que al igual que la gran mayoría de los fondos gestionados, ya fuesen de value investing como el suyo o no, iban a la zaga de los que, sin análisis alguno, simplemente replicaban un índice.
‘Por cierto, John, ¿leíste este fin de semana en Bloomberg la noticia sobre el estudio del Profesor Bessembinder de la Universidad Estatal de Arizona?' le espetó el joven Harry, que le sustituiría en poco tiempo en su puesto. ‘No tener despachos en la oficina es lo que tiene', pensó John, ‘las interrupciones son constantes, pero por lo menos se me ha respetado una mesa junto a la ventana'. En realidad lo único que retenía John de sus recientes lecturas de prensa era lo relativo al cincuentenario del primer alunizaje, en particular la gesta del Apollo 8 que tuvo la misión de fotografiar el lado oscuro de la luna. Y es que, aunque así lo hizo durante las 10 veces en las que orbitó a su alrededor, la foto que más impactó, por inesperada, no fue de la luna, si no de la propia Tierra. ‘Earthrise', la Tierra naciente vista desde el espacio. John, como muchos otros de su generación, cuando era niño no tenía dudas: la carrera espacial le pronosticaba una vida marcada por viajes allende nuestro planeta azul.
‘Han efectuado un estudio sobre 62.000 compañías cotizadas en 40 países', comenzó a disertar Harry, ‘y resulta que la evolución del precio de las acciones de esas compañías en el periodo del 1990 al 2018 ha sido peor en un 60% de los casos que la del rendimiento de la de la renta fija norteamericana a 10 años. Si bien la renta variable ha superado en su conjunto a la renta fija, han sido solo 306 compañías las que han generado tres cuartas partes de la creación global de riqueza y 811 su totalidad'. John arqueó las cejas, la información le vino tan inesperada como la de la foto de la Tierra naciente a la NASA. Los datos dejarían al desnudo las probabilidades de éxito de los denominados stock-pickers, como él. Explicaría la evolución, pero sobre todo el hándicap de fondos como el suyo, y por qué en Europa las máquinas estarían ganando la partida a los grandes gestores de fondos activos que en el primer semestre de 2019 habían visto cómo continuaba el flujo de sus fondos hacia la gestión pasiva; Amundi encajaba su tercer trimestre consecutivo en el que se reintegraban fondos, Janus Henderson Group soportaba el peor trimestre desde su fusión, Schroders sin conseguir controlar las fugas y, hasta Man Group, especializado en hedge funds y estrategias a largo, padecía retiradas de más de un billón en el primer semestre.
‘Lo que dices es muy interesante Harry, pero para practicar value investing hay que tener una extraordinaria capacidad, y estómago, para no dejarse llevar por lo que piensen o hagan las masas. En caso contario es mejor dejarlo'. Para reconfortarse, John repasó mentalmente las tres grandes enseñanzas del ‘The Intelligent Investor', el clásico de Ben Graham. Primero: que cuando se invierte en acciones de una compañía cotizada se está invirtiendo en una parte alícuota de un negocio, no en un punto luminoso que sube y baja aleatoriamente en una pantalla. Segundo: que como todos cometemos errores de cálculo hay que invertir en esas compañías añadiéndole un margen de seguridad al análisis. Y tercero: hay que aprovechar la volatilidad del mercado en tu favor cuando te ofrece la oportunidad de invertir más barato. Inmediatamente resonaron en su cabeza las palabras de Charlie Munger: ‘sencillo, pero no fácil', y sonrió.
‘Harry, no sé si has oído hablar de Michael Burry. Estarías en el colegio cuando se convirtió en noticia por haber apostado por las permutas de cobertura por incumplimiento crediticio en la burbuja inmobiliaria que dio lugar a la última crisis. Pues bien, resulta que Burry ha detectado otra oportunidad en lo que denomina la burbuja de la inversión pasiva. El dinero que llega a los fondos de gestión pasiva, indexados o ETFs, acaba invertido solo en las acciones de grandes compañías y como consecuencia de ello hay acciones de compañías con mucho valor por todo el mundo que se están quedando huérfanas por desatención. En las últimas semanas, el fondo de Burry, Scion Capital, ha tomado participaciones mayoritarias en cuatro compañías cotizadas pequeñas, dos en Norteamérica y dos en Corea, y están siendo activistas en tres de ellas. Lo podemos comentar durante el almuerzo'. Solo la idea de tener que avituallarse de pie y corriendo en un puesto del Borough Market le horrorizaba y rumió para si mismo ‘adaptarse a los tiempos que corren'.
‘Estupendo John, menos del Brexit hablamos de lo que te parezca. Hay un puesto libanés nuevo en el mercado'. Harry, por supuesto que sabía quién era Burry. Recordaba bien la interpretación de Christian Bale en la adaptación cinematográfica de la novela de Michael Lewis. Apreciaba a John y sus enseñanzas pero no comprendía los comentarios que, de vez en cuando, le hacía ligados a su juventud. Al fin y al cabo tenía una buena formación universitaria, las enseñanzas del Profesor Galbraith las tenía grabadas a fuego, particularmente las relativas a la memoria efímera del mundo financiero y que los mismos errores se cometerán generación tras generación. Por eso había escogido entre otras oportunidades el fondo para el que ambos trabajaban. Le apasionaba lo que hacían. ‘John', pensó como desagravio, ‘está de retirada, se irá a su apartamento de Mayfair esta tarde, se servirá un whisky, pinchará Pink Floyd en su viejo tocadiscos y sonará ‘Money' en el elepé de vinilo de "El Lado Oscuro de la Luna'.