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"Asesoramiento e IA - más allá de la tormenta", por Alex Laskurain, Socio de NORGESTION

D.V. Opinión

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3/11/2024

La Inteligencia Artificial (IA) avanza a pasos agigantados, y la fiscalidad no está exenta de su impacto. Como fiscalistas, la vemos como una oportunidad y, al mismo tiempo, como un desafío. No es extraño que surjan inquietudes en torno a la posibilidad de que la IA reemplace parcialmente a quienes llevamos años ofreciendo nuestro conocimiento especializado, pero, más allá de estas preocupaciones iniciales, creo que el verdadero reto radica en aprender a integrar esta herramienta en nuestra labor para elevar su valor estratégico.

Desde hace décadas, cada revolución tecnológica ha cambiado la manera en la que trabajamos. Fareed Zakaria, autor y analista global, describe con claridad el impacto que estos cambios pueden tener en todas las industrias, incluidas las que requieren un alto grado de conocimiento experto. En el asesoramiento fiscal, la IA tiene el potencial de transformar el sector, permitiendo entre otros la automatización de procesos rutinarios y repetitivos, que liberarán tiempo y recursos para que los profesionales se concentren en lo realmente importante.

Hoy en día, los clientes buscan un valor añadido que va más allá de la aplicación técnica de la normativa. Quieren que el asesor fiscal comprenda sus negocios en profundidad y les brinde soluciones estratégicas. Aquí es donde veo una gran oportunidad. La IA, lejos de reemplazarnos, tiene el potencial de liberarnos de tareas repetitivas, permitiéndonos dedicar más tiempo a reforzar los servicios de mayor valor añadido que ya venimos prestando al cliente, y convertir la fiscalidad en un "tax as a tool", un concepto que enfatiza el rol de los impuestos y las políticas fiscales como elementos estratégicos dentro de las empresas.

¿A qué me refiero con esto? Si utilizamos la IA para realizar análisis más rápidos y detallados, podremos complementar y potenciar nuestras asesorías, incorporando análisis de riesgos, estrategias de optimización y planes de contingencia. La IA nos permite, además, adaptarnos a cambios normativos de manera más ágil, lo que sin duda es una ventaja competitiva en un entorno cada vez más regulado.

Imaginemos una empresa multinacional con operaciones en varios países, cada uno con sus propias normativas fiscales. Hasta la fecha, la complejidad de gestionar estas obligaciones recaía en un equipo de fiscalistas, quienes, aunque expertos, enfrentaban una enorme carga en términos de recopilación, revisión y ajuste a normas cambiantes. Imaginemos frente a tal situación un sistema de IA que llegue a analizar automáticamente los cambios normativos globales de tal forma que permita actualizar los cálculos impositivos y generar reportes de cumplimiento casi en tiempo real. Esto reduce drásticamente el tiempo dedicado a tareas operativas permitiendo a dicho equipo enfocar su atención en lo que realmente aporta valor: diseñar estrategias de cara a la optimización legal en cada jurisdicción en la que opere el cliente, así como anticipar riesgos brindando, en definitiva, una asesoría mucho más personalizada. Así, la IA redunda en un servicio de mayor calidad, una mejor adaptación a las normativas y un enfoque más profundo en el cliente.

Estas novedades deben ir acompañados de una reflexión profunda sobre el rol del fiscalista: la IA debería ser vista como un recurso que complemente nuestras habilidades, que nos permita reforzar nuestra dedicación a lo que realmente aporta valor. Y esto incluye aspectos que la IA, por muy avanzada que sea, no puede replicar: el juicio crítico, la innovación y creatividad en el desarrollo de soluciones y la empatía con las necesidades del cliente. Así, el futuro del sector dependerá de aquellos que sepan combinar las herramientas digitales con su propia experiencia.

Naturalmente, la IA trae consigo una serie de retos que no podemos ignorar. Existe el riesgo de que la inmediatez de la información nos haga perder de vista la calidad en el análisis, o que el ritmo acelerado de adopción de tecnología nos lleve a medir la productividad de manera superficial. Es esencial recordar que la IA no es solo una herramienta de eficiencia, sino también una oportunidad para trabajar de manera más consciente. Si logramos equilibrar estas innovaciones con la reflexión y el pensamiento crítico, no solo seremos mejores fiscalistas, sino también, en general, mejores asesores y gestores para nuestros clientes.

La adopción de la IA en el ámbito fiscal es inevitable. Debemos abrazarla con una visión estratégica, aprovechando sus ventajas sin perder de vista nuestra responsabilidad profesional. En última instancia, el éxito de esta revolución no radica en la tecnología por sí misma, sino en cómo la integramos para que aporte valor real y sostenible a los negocios y a la sociedad en su conjunto.

Estamos en un momento histórico en el que debemos aprender a adaptarnos con rapidez, pero sin perder de vista lo esencial. Nuestra misión debe ser elevar la fiscalidad a una posición de herramienta estratégica, aprovechar la IA para liberar nuestro potencial creativo y permitirnos desarrollar estrategias que contribuyan a la resiliencia y sostenibilidad del tejido empresarial. Si logramos esto, habremos hecho de la tecnología una aliada y no una amenaza.

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