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El largo camino de una "start up", por Bruno Ruiz Arrúe, Socio Director de NORGESTION

D.V. Opinión.

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2/4/2023

En los inicios de una cuarta revolución industrial basada en una tecnología disruptiva, estamos viendo florecer pequeñas compañías que coparán buena parte de la actividad industrial y el empleo de las próximas décadas.  Aunque este “boom” empresarial es una realidad, también es cierto que muchas de estas empresas se quedarán por el camino. Por eso, hoy es bueno fomentar su desarrollo porque el futuro de nuestra economía pasa por una transformación tecnológica de las empresas actuales y por la aparición de nuevas empresas que dominen nuevos conocimientos científicos aplicables a multitud de industrias para dar respuesta con nuevos productos y servicios a las necesidades de un mundo en transformación.

Vista la importancia de potenciar la creación de “start ups”, me gustaría recoger cuatro amenazas a las que estas compañías recién nacidas deben hacer frente. Retos como demostrar su viabilidad comercial, atraer y retener talento, consolidar su desarrollo como organización empresarial y finalmente captar financiación (dinero) para hacer posible su desarrollo.

El primer reto para una “start up” es convertir su conocimiento y tecnología en algo que dé respuesta a las necesidades de una demanda del mercado. A veces el dominio de un conocimiento o tecnología no presupone el éxito del proyecto empresarial. El cementerio también está lleno de buenos emprendedores con ideas de negocio interesantes que los clientes potenciales no supieron apreciar o tal vez entendieron que estas empresas no aportaban nada diferencial a lo ya existente en cuanto a prestaciones, coste o servicio. Cuán a menudo el emprendedor piensa que su idea es única e insuperable olvidando que en un mundo con siete mil millones de habitantes hay mucha gente buscando soluciones a necesidades de personas y empresas. Por tanto, abrirse un hueco en el mercado es la prueba del nueve para una “start up” y los primeros años son críticos para evidenciar su viabilidad siendo el crecimiento el indicador más importante (y no la rentabilidad) en una fase de adolescencia que la empresa tiene que atravesar.

El segundo reto asociado al crecimiento de las empresas es la capacidad de atraer talento, personas que quieran ganarse la vida en una empresa recién nacida. Crecer implica incorporar nuevas personas. Una “start up” no puede sostenerse a medio plazo apalancada en el conocimiento exclusivo de sus emprendedores. Hay que incorporar más materia gris. Aquí juega un papel la ubicación de la “start up”. Disponer de un ecosistema desarrollado ayuda a atraer talento. Por eso, se necesita un conjunto de buenas universidades para hacer cantera, una red de inversores privados que invierta en proyectos y una Administración Pública que apoye con políticas industriales y fiscales a estas empresas tecnológicas que necesitan crecer en un entorno favorable.

El tercer obstáculo exige a los promotores de la “start up” gestionar su compañía como una empresa. Ser un excelente investigador de una determinada disciplina científica no garantiza habilidades directivas. En su proceso de transformación estas empresas están obligadas a introducir formas de gestión empresarial. Todo emprendedor no debería olvidar esta realidad y debería buscar también los recursos para gestionar su negocio como una empresa que se va transformando en el tiempo y que requiere una gestión profesionalizada.

Finalmente, las “start ups”, como los niños o jóvenes, consumen mucha energía en su crecimiento. En su desarrollo necesitan dinero para desarrollar sus productos disruptivos, abrir mercados o contratar buenos profesionales. La deuda bancaria no es buena compañera pues añade riesgo financiero al ya elevado riesgo de mercado o de tecnología de un proyecto empresarial naciente. Conviene buscar inversores de capital. Esto implica la difícil tarea de establecer cuál es el valor de una “start up” previa a la ronda de capital ya que la dilución excesiva del emprendedor en el capital de su propia empresa puede desincentivarle a abrir el capital y limitar el desarrollo del propio negocio. Los emprendedores deben defender razonablemente sus expectativas sin caer en un dogmatismo que cierre las puertas al dinero y los inversores deben ser respetuosos con los promotores que han apostado todo a una carta -su proyecto personal/empresarial-. Una buena idea, aunque esté todavía por desarrollar, puede valer muchísimo y los inversores de capital deben tener empatía con los promotores. Combinar ambas posturas requiere paciencia y habilidad. Aquí palabras como sentido común, generosidad e imaginación juegan un papel decisivo.

Quienes hemos tenido la oportunidad de vivir de cerca experiencias en este tipo de compañías sabemos la dificultad que afrontan. Evolucionar una empresa desde el nacimiento a su infancia, adolescencia y finalmente su madurez empresarial no es un camino sencillo. Decía el poeta Machado “caminante, no hay camino, se hace camino al andar, golpe a golpe...”.  Pues sí, mucho golpe a golpe. Por eso a estos emprendedores que inician su camino hay que reconocerles su contribución. Ahora es tiempo de siembra. Cuantas más start ups esparzamos hoy más probabilidades tendremos de recoger sus frutos de prosperidad y empleo mañana, mientras seguimos recordando que “todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre el mar”.

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