Capital & Corporate magazine: "No todo es geopolítica", por Iñigo Bilbao, Socio Abogado de NORGESTION

Opinión.

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19/10/2018

Leía este verano en el New York Times la historia de Tim Lee, un analista financiero inglés, aunque afincado en Greenwich, Connecticut. Tim es autor de una publicación periódica dirigida a un pequeño grupo de fondos de inversión europeos que se llama "piEconomics". Resulta que en 2011 predijo que Turquía necesitaría un rescate de 100 billones de dólares y que la lira turca se devaluaría estrepitosamente contra el dólar. Ya por aquel entonces observó que los bancos turcos estaban tomando dinero prestado en dólares en los mercados internacionales para, a su vez, prestárselo a compañías turcas de alto crecimiento e inmobiliarias. Corrían los tiempos en el que los bancos centrales estaban ávidos de inyectar liquidez en el sistema para sacar adelante sus países de la crisis financiera y Tim Lee veía donde nadie quería mirar. La economía turca estaba creciendo de la mano de la financiación extranjera que venía en dólares, no en liras, obviándose por parte de prestatarios y prestamistas el riesgo, ahora evidente e incomprensible, que suponía la falta de rigor en la concesión de los créditos. Al fin y al cabo de lo que se trataba era de prestar, lo demás ya se solucionaría.

Como se suele decir, el resto es historia. Hemos visto recientemente el desplome de la lira turca, la constatación de que muchos de los prestamos no se van a devolver y el consecuente riesgo de contagio de lo acontecido en el sistema financiero global. Lo que más me ha llamado la atención, sin embargo, es que Tim Lee perdiese por el camino algunos de sus prestigiosos abonados a la publicación al considerarle un aguafiestas. Anticiparse siete años en el mundo financiero es mucho. Según dicen, es tanto como equivocarse.

Por si fuese poco para Turquía, cuestiones políticas han llevado a EEUU a imponerle una serie de aranceles a sus exportaciones hacia ese país. Sin duda son dos cuestiones distintas, independientemente de que la segunda sea utilizada como chivo expiatorio de la primera. Pero es un botón de muestra del mundo en el que vivimos. En el que el multilateralismo está siendo confrontado por la geopolítica, y la economía utilizada con fines políticos a pesar de que la realidad económica es tozuda y siempre acaba imponiéndose. En la UE hemos tenido el Brexit y, ahora, se oye el ruido de los sables preparándose para la gran guerra de aranceles.

En la película "Una Mente Maravillosa", interpretada por Russell Crowe en el papel del Profesor John Nash, hay un escena en la que éste argumenta a su grupo de amigos que si todos compiten por la chica rubia del grupo que en ese momento avistan ninguno de ellos conseguirá salir con ella puesto que unos se bloquearán a los otros, y ni siquiera saldrán con las otras chicas, ya que a nadie le gusta ser segundo plato, mientras que si todos la ignoran en favor de las demás, las probabilidades de que todos tengan éxito se multiplican. La anécdota del film ilustra el momento "Eureka" en el que concibe el "Equilibrio de Nash" que incorporaría más tarde a la "Teoría de Juegos", tan usada en matemáticas como en economía. Y lo que también nos dice Nash en esa escena es que Adam Smith estaba equivocado. La competencia individual no siempre resulta la mejor opción. La mejor opción es la que resulta mejor para el individuo y para el grupo.

Es evidente que la dinámica del "nosotros contra ellos" en defensa de legítimos intereses políticos, utilizando medidas económicas para ello, generará efectos colateral indeseados. Los aranceles, por ejemplo, se fijan en beneficio de las empresas locales y del empleo que generan, pero por otra parte son los consumidores locales los que acaban pagando más por los mismos productos importados o, peor, pagarán más por productos locales, teóricamente menos competitivos. Por no mencionar las contramedidas que habitualmente un acto hostil de esta naturaleza conlleva. O, mejor aún, si lo relacionamos con otra de las medidas políticas estrella, las sanciones, consistentes en la prohibición de la exportación de ciertos bienes o servicios a un determinado país. Se piensa, y efectivamente es así, que el país sancionado padecerá las consecuencias negativas de no tener acceso a esos bienes. Entonces la cuestión es ¿por qué autoflagelarse imponiendo aranceles a la importación que no deja de ser la otra cara de la misma moneda?

Supongo que será cuestión de individualizar cuales son los productos afectados por unas y otros. Pero no siempre es una cuestión fácil. La Administración de EEUU ha considerado que la importación de acero y aluminio amenazan su seguridad nacional (excepto aquella proviniente de Corea del Sur, Brasil, Argentina y Australia) y ha fijado unos aranceles del 25% y del 10%, respectivamente. En este caso las empresas EEUU productoras de los metales se verán beneficiadas pero no aquellas "downstream" que compren los metales puesto que tendrán que pagar más por ellos, ya sean importados o no, y a la postre se convertirán menos competitivas. Un artículo de The Washington Post, cita un estudio de Trade Partneship Worldwide que refleja que por cada empleo que se genere como consecuencia de las tarifas arancelarias proteccionistas al acero y aluminio, se perderán 16 empleos en dicha industria en EEUU, en total unos 400.000 puestos de trabajo.

Con todo ello, sabemos que el uso de la economía con finalidades políticas, ya sean aranceles, sanciones o cualesquiera otra dará unos resultados, algunos previsibles, otros no tanto, pero siempre cabrá dar marcha atrás al estar identificada la causa. Más preocupantes resultan hechos invisibles, silenciosos, ajenos a la geopolítica, como el que ha originado la crisis en Turquía, puesto que cuando se ponen de manifiesto normalmente en forma de crisis virulenta suele ser demasiado tarde para virar el rumbo. No los vemos venir ni los identificamos, ni siquiera los queremos reconocer hasta que los tenemos encima.

Seguramente hoy también habrá algún Tim Lee predicando en el desierto. De hecho este analista cree que Turquía es el canario en la mina de carbón de los excesos de la expansión del crédito que hemos vivido en los últimos tiempos. Veremos.

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