Tribuna de opinión de Iñigo Bilbao, socio abogado de NORGESTION, en Capital&Corporate Magazine.
15/10/2020.- Sólo se oían los pasos de Juan sobre el suelo pulido de la nave industrial. Las máquinas, que acariciaba mientras caminaba, habían enmudecido doce días antes, la penúltima semana de julio, para el paro estival programado. Se detuvo, y mientras frotaba el lubricante pegado entre los dedos índice y pulgar de su mano derecha, repentinamente, le vino a la cabeza el ensayo La Sociedad Opulenta del economista J.K Galbraith que preceptuó lo que se conoce como la "sabiduría convencional": aquella que es indiscutible para el público en general, aunque a la postre resulte equivocada, pero que nos es sencilla de entender, conveniente, acorde con nuestros propios intereses y reconfortante.
"Nos quedan dos semanas largas para que nos reincorporemos todos a la empresa y la visibilidad que tenemos sigue siendo nula", pensó. En abril la sabiduría convencional vaticinaba una recuperación en uve de los negocios si se implantaban raudamente unas medidas de choque sociales y económicas para asistir a las personas inesperadamente desocupadas y se inundaba el sistema con la suficiente liquidez como para atender el flujo de cobros y pagos con normalidad. "Sin todo ello no hubiésemos pasado de mayo, pero la cuestión es que el analgésico está dejando de tener sus efectos y la recuperación, si es que esta empresa llega a verla, no será tan rápida como se auguraba. En realidad, la situación ya no me resulta ni sencilla, ni conveniente, ni tampoco acorde con mis intereses o reconfortante", rumiaba para sus adentros cuando sonó su móvil.
"Juan, estamos teniendo un mes de agosto espectacular. Nuestros clientes están encantados y, si esto sigue así, no veas qué bonus nos espera este año", soltó Inés al otro lado del teléfono. "Las políticas de estímulo de los bancos centrales que parecen no tener límite y los tipos de interés al cero están confluyendo en un fenómeno de revalorización de activos financieros sin precedentes", prosiguió Inés. "Sí, estoy al tanto Inés. Quizás sea esa la explicación de por qué los índices bursátiles están en los niveles anteriores al maldito virus cuando la economía real, como la de mi empresa, está como está", contestó Juan mientras no lograba acordarse de si esta paradoja formaba parte de la sabiduría convencional que había dado pie a las medidas de choque o si era algo imprevisto. La desconexión entre un mundo y el otro en cualquier caso era evidente.
Inés y Juan habían estudiado el posgrado juntos en Nueva York. Cuando acabaron, ella optó por Wall Street, mientras que él volvió a su país para trabajar en la gestión de la empresa privada, sin por ello haberse desligado del mundo financiero. De hecho, se convirtió en accionista de su empresa cuando una firma de capital riesgo le invitó a tomar una participación en la misma y a liderar el proyecto. "Qué importante es decidir bien desde el principio, y acertar, en qué derroteros profesionales aventurarse", reflexionó.
La cuestión que ahora le inquietaba era la próxima reunión del Consejo de Administración en la que tendría que exponer la situación de la compañía a sus socios del fondo. No tenía experiencia gestionando situaciones de crisis ni sabía cómo anticiparse a ellas. "Me imagino que los del fondo querrán un diagnóstico que permita tomar decisiones. La radiografía será fácil de hacer. Ahora bien, ¿y el tratamiento?" Juan súbitamente entró en un estado de confusión en el que le venían a la mente imágenes entrelazadas de un ajuste laboral, una negociación con sindicatos, abogados, una mesa de refinanciación bancaria, más abogados y asesores financieros, y la contratación de consultores para hallar fórmulas para reestructurar el balance y la cuenta de resultados, afligiéndole todo ello de un modo que hasta entonces le era desconocido. En realidad, Juan se estaba dando cuenta que desconocía por dónde empezar cuando sonó el móvil otra vez.
"¿Que estás en la fábrica? Pero buen hombre, ¡si estáis de vacaciones! Te llamo para confirmar que nos vemos luego en casa de Pancho. Ya sabes nada de bares o locales cerrados." Fue entonces cuando Juan le contó a Laura lo que le perturbaba y se hizo un silencio momentáneo. "Mira Juan, sabes que desde que acabamos la carrera me he dedicado a asuntos relacionados con la crisis y, como amiga, te puedo asegurar que lo primero es tomar el mando, o la iniciativa si prefieres llamarlo así, y adelantarse antes de que la situación te venga dada, como si de un ataque preventivo se tratara. El tiempo es oro, créeme". Juan le escuchaba mudo. "Lo segundo es contar con personas que sepan lo que hacen. Conoces mi manía de clasificarlo todo y a todos. Pues con los gestores también lo hago, por tipos y tamaños de empresas, y por mi experiencia, sé que el gestor que es bueno para una empresa no lo es para otra y, ciertamente, para lo que me cuentas os hacen falta personas con conocimientos específicos y de una madera especial", concluyó Laura.
Tras agradecer a Laura su apoyo y colgar, Juan notaba como se le insuflaba el ánimo y, en seguida, tuvo un momento de eureka. Prepararía la información de la compañía a la que añadiría sus propuestas para el próximo Consejo de Administración y se la haría llegar a sus miembros con la suficiente antelación para que cualquier sorpresa fuese amortiguada con las explicaciones necesarias antes de la reunión. Desconocía lo que vendría después del verano, pero algo tenía muy claro, había llegado el momento de actuar y salir del letargo, independientemente del resultado, puesto que para él la sabiduría convencional ya era agua pasada y tenía una empresa de la que ocuparse.
Otra vez, sólo se oían los pasos de Juan que quebraban el silencio en la nave, aunque esta vez, en verdad, parecían ir más rápidos.