El Economista. Opinión.
elEconomista.es.- 5/12/2024.- Leyendo las duras noticias sobre la situación de la industria de automoción en Europa, una de las más importantes e innovadoras, prestigiosa y generadora de riqueza y empleo, a la cual hemos ido debilitando progresivamente a base de legislaciones "buenistas", amenazas, incertidumbres regulatorias, etc., he llegado a la conclusión de que no tenemos remedio.
Creo que, de puro complejo de superioridad europeo hemos colocado a Europa en una posición de debilidad que aprovechan nuestros competidores, "pequeños países sin iniciativa" como China o Estados Unidos. Digo "hemos", porque somos todos, desde hace muchos años, responsables no solo de permitir sino de aplaudir las actuaciones que han llevado poco a poco a esta situación en la que, desgraciadamente, se vislumbra el fin de una era.
Sin entrar en farragosos datos, creo que no hay ningún indicador relacionado con el crecimiento, la productividad, la evolución de la riqueza o la innovación en los que no estemos peor que nuestros competidores. Y no estoy hablando de política, sino de dólares y euros.
La seguridad absoluta, el confort absoluto o la pureza de espíritu no existen en nuestro mundo, aunque lo demandemos los acomodados europeos. Como ejemplo, la pérdida de productividad y competitividad que produce la búsqueda del bienestar y protección absolutos, con reducciones de jornadas planteadas con normativas ideologizadas o ese absentismo rampante y creciente, de cuyos exagerados porcentajes somos testigos mudos y poco críticos, y cuyo origen no terminamos de abordar con realismo.
La casualidad quiso que la lectura que dio pie a estas reflexiones se produjera mientras me bebía una botella de agua con el taponcito ese que tanto nos gusta a todos. Seguro que tiene algún impacto positivo medioambiental, no lo dudo, pero no puedo evitar reflexionar sobre a qué dedicamos nuestra atención y esfuerzos y si tenemos claras las prioridades.
Tanto nosotros como nuestras futuras generaciones competimos y competirán con países y personas que "no se andan con chiquitas" y, si lo perfecto es enemigo de lo bueno, busquemos al menos esto último y apliquemos el sentido común.
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